Si no tengo reino, me hago uno

Orélie Antoine de Tounens era francés. No tenía que ver con la Araucanía ni con la Patagonia, pero como vio que ninguna potencia se la había apropiado, se la pidió y se autoproclamó rey en 1860. Chile le capturó mientras dormía la siesta y le metió en un manicomio antes de expulsarle a Francia. Orélie Antoine no se desanimó y siguió reivindicando sus legítimos derechos reales. Volvió cuatro veces a su reino del sur y las cuatro fue expulsado. Sus herederon siguen reivindicando sus derechos.

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El Pinturero, el torero paracaidista

Luis Ríos Losada «El Pinturero» es el único torero paracaidista que recuerdan los añales de la historia. Nació en el Lugo hambriento de la posguerra civil y se hizo paracaidista en la mili. Una tarde fue a los toros y al ver triunfar a la estrella del momento, Manuel Benítez «El Cordobés», que no toreaba mejor que él, decidió hacerse torero. En 1965 se acercó a la fama en la plaza de Getafe, a la que entró vestido de paracaidista ante las cámaras del Nodo y el crítico del ABC. Su consagración iba a ser en Cartagena de Indias. Caería del cielo a la arena del coso de la Serresuela y, ante el delirio del público, se enfrentaría a dos morlacos. El Pinturero saltó con tal ímpetu que se pasó la plaza y cayó sobre el mar. Se había entrenado para combatir novillos no el hambre de Poseidón. En las aguas del Caribe, el torero paracaidista se hundió por su propio peso y por el de sus botas de plomo. Un final épico para un carrera triunfal que aún no había comenzado.

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Un cabezón en la torre Eiffel

Franz Reichelt era un sastre bohemio de gran éxito en el París de la Belle Époque, pero, por encima de eso, era un cabezón de mucho cuidado. Diseñó un traje que llevaba incorporado un paracaídas con el que pretendía ganar los 10.000 francos de premio del concurso del Aero-Club de Francia a quien diseñara un paracaídas ligero y seguro. Probó su invento en muchas ocasiones, con distintos maniquíes y con los mismos resultados: fracaso del intento y muñeco destrozado. Para Reichelt, las conclusiones estaban claras: el traje funcionaba a la perfección, si los experimentos no daban el resultado adecuado era por causa de la incompetencia de los maniquíes, la bajeza de las plataformas de lanzamiento o la falta de previsión de los gobernantes. Así, el 4 de febrero de 1913, a las 7 de la mañana, se subió a la plataforma de la Torre Eiffel para demostrar al mundo que era un inventor de genio, al Aero-Club de Francia que le debía 10.000 francos y a sus amigos que el que tenía razón, ¡copón!, era él y sólo él. 57 metros le separaban del suelo y de la gloria. Las cámaras cinematográficas de Pathè estaban allí para que no se escapara el mínimo detalle.

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Annie Edson Taylor, la reina de la niebla

El día que cumplía 63 años, la maestra Annie Edson Taylor se lanzó en un barril construido por ella misma por las cataratas del Niagara. Era 1901 y ella era la primera persona que hizo semejante insensatez y podía contarlo. Buscaba la gloria y los ingresos que hicieran más llevadera sus senectud, pero su representante se escapó con el dinero y el barril y ella murió en la indigencia.

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Se busca rey

Después de la Gloriosa, la revolución de 1868, que dió con la reina castiza en un exilio parisino, el general Prim, que pensaba que la cantera estaba echada a perder, decidió fichar un rey formado en el extranjero. A nadie le gustaba, pero Prim estaba convencido de que se había hecho con los servicios de un crack. Prim no llegó a ver ni la presentación de su fichaje, le mataron la víspera en la calle del Turco. Hubo quien dijo que detrás del crimen estaba Antonio de Orleans, el duque de Montpensier y cuñado de Isabel II, que había perdido el concurso. A Amadeo de Saboya, que así se llamaba el astro italiano, le gustaba el vino dabutten y coleccionaba novelas eróticas. Lo que es cierto es que no se las pusieron como a Felipe II.

Esta es la aventura del Gabinete de curiosidades del Doctor Plusvalías que aparece en el número de junio de M21 Magazine. Dibujada por Eulogia Merle y escrita por Carlos Lapeña.

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Daja-Tarto, el faquir de Cuenca

La historia de Daja-Tarto es una de las más bizarras de la bohemia española del Siglo XX. Una historia llena de cristales tragados, crucifixiones y cemento exhalado por los poros. Deja-Tarto, el príncipe de Kapurtala que nació en Cuenca y fue una estrella del Circo Price.

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Cuando el estafador es un lila

El austríaco Albert Elder von Filek convenció a Franco de que podía convertir en gasolina el agua del Jarana. El dictador que quería hacerse con un porcentaje del fantástico negocio cayó en el tocomocho.

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Mary Fields, una cowgirl negra para cuidar de la correspondencia

Mary Fields nació esclava en Tennessee sobre 1832. Medía más de 1,80 y pesaba 90 kilos. Llevaba siempre un puro en la boca, un rifle en la mano y un revolver y una botella de Whisky debajo del delantal. Pasó muchos años como jardinera en un convento pese a su afición al whisky, las maldiciones y las peleas. En 1895 se convirtió en la primera cartera negra. Durante los ocho años que ocupó en su cargo, ningún día faltaron las cartas en Cascade (Montana).

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San Guinefort, el santo lebrel

En el siglo XII, el galgo Guinefort fue asesinado por su dueño justo después de que salvara la vida de su hija. El arrepentimiento del señor de Villars-les-Dombes provocó el culto al perro santo que se extendió pese a ser prohibido por las autoridades religiosas.

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