Franz Reichelt era un sastre bohemio de gran éxito en el París de la Belle Époque, pero, por encima de eso, era un cabezón de mucho cuidado. Diseñó un traje que llevaba incorporado un paracaídas con el que pretendía ganar los 10.000 francos de premio del concurso del Aero-Club de Francia a quien diseñara un paracaídas ligero y seguro. Probó su invento en muchas ocasiones, con distintos maniquíes y con los mismos resultados: fracaso del intento y muñeco destrozado. Para Reichelt, las conclusiones estaban claras: el traje funcionaba a la perfección, si los experimentos no daban el resultado adecuado era por causa de la incompetencia de los maniquíes, la bajeza de las plataformas de lanzamiento o la falta de previsión de los gobernantes. Así, el 4 de febrero de 1913, a las 7 de la mañana, se subió a la plataforma de la Torre Eiffel para demostrar al mundo que era un inventor de genio, al Aero-Club de Francia que le debía 10.000 francos y a sus amigos que el que tenía razón, ¡copón!, era él y sólo él. 57 metros le separaban del suelo y de la gloria. Las cámaras cinematográficas de Pathè estaban allí para que no se escapara el mínimo detalle.
¿Captarían el primer vuelo con traje paracaídas o la primera muerte documentada a dos cámaras? Escúchalo aquí o ve a descargar
Nos embarcamos en un nuevo intento de contar la historia de Luis Ríos Losada, el Pinturero, el único torero paracaidista que conocemos, pero en nuestro camino vuelven a juntarse historias de precursores del paracaidismo taurino que quieren disfrutar de su propio prólogo.
El sastre Franz Reichelt no era torero, pero, en la segunda década del siglo XX, diseñó un traje paracaidas que tenía más peligro que un morlaco de 600 kilos. A base de pruebas fallidas, sus trajes se quedaron sin maniquís. Si los muñecos tuvieran conciencia de su ser, temblarían al ver un retrato de Reichelt. Nadie se ha atrevido a calcular el número de peleles destruidos en las pruebas del invento del sastre. Un auténtico holocausto. Pero Reichelt estaba tan convencido de la utilidad de su invento, de que tan solo la impericia de los maniquís impedía su éxito, que decidió probarlo personalmente saltando desde la Torre Eiffel en 1913. Fue su última hazaña, pero quedó registrada por las cámaras del noticiario Pathè.

Dos días antes, el 2 de febrero de 1912, Rodman Law saltó en paracaídas desde la estatua de la Libertad en Nueva York. No pretendía demostrar nada, solo proteger la vida de una estrella cinematográfica y ganarse un dinerito. Rodman Law fue uno de los primeros especialistas del cine y, el protagonista del cuarto prólogo de la historia de El Pinturero.
¿Será el próximo, al fin, el Gabinete de curiosidades del Dr. Plusvalías que dedicaremos al Pinturero? Manténganse atentos a su reproductor.
Con la realización técnica de Elena Ojeda y la actuación de África Egido, Carlos Lapeña, Elena Ojeda, Eugenio hernández y Xisco Rojo. Un programa escrito y dirigido por Carlos Lapeña.