Alcanzar la libertad por correo

Henry Brown nació en Virginia en 1815 y era esclavo en una plantación de tabaco. Después de que el amo vendiera a su mujer y a sus hijos decidió huir a Filadelfia, donde la esclavitud estaba abolida. Henry se metió en una caja y se envió por correo a la capital de Pensilvania. Se convirtió en hombre libre y orador abolicionista. En 1850 tuvo que volver a huir a Inglaterra donde compatibilizó su militancia con sus actuaciones como mago.

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Si no tengo reino, me hago uno

Orélie Antoine de Tounens era francés. No tenía que ver con la Araucanía ni con la Patagonia, pero como vio que ninguna potencia se la había apropiado, se la pidió y se autoproclamó rey en 1860. Chile le capturó mientras dormía la siesta y le metió en un manicomio antes de expulsarle a Francia. Orélie Antoine no se desanimó y siguió reivindicando sus legítimos derechos reales. Volvió cuatro veces a su reino del sur y las cuatro fue expulsado. Sus herederon siguen reivindicando sus derechos.

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El Pinturero, el torero paracaidista

Luis Ríos Losada «El Pinturero» es el único torero paracaidista que recuerdan los añales de la historia. Nació en el Lugo hambriento de la posguerra civil y se hizo paracaidista en la mili. Una tarde fue a los toros y al ver triunfar a la estrella del momento, Manuel Benítez «El Cordobés», que no toreaba mejor que él, decidió hacerse torero. En 1965 se acercó a la fama en la plaza de Getafe, a la que entró vestido de paracaidista ante las cámaras del Nodo y el crítico del ABC. Su consagración iba a ser en Cartagena de Indias. Caería del cielo a la arena del coso de la Serresuela y, ante el delirio del público, se enfrentaría a dos morlacos. El Pinturero saltó con tal ímpetu que se pasó la plaza y cayó sobre el mar. Se había entrenado para combatir novillos no el hambre de Poseidón. En las aguas del Caribe, el torero paracaidista se hundió por su propio peso y por el de sus botas de plomo. Un final épico para un carrera triunfal que aún no había comenzado.

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