¡Dizzy Presidente!

En 1964, el trompetista Dizzy Gillespie, uno de los inventores del bebop, hizo campaña, dentro de la lucha por los derechos civiles, para presentarse a la presidencia de los Estados Unidos. Miles Davis, Max Roach y Louis Armstrong formaban parte del gobierno que proponía.

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Si Dizzy Gillespie hubiera sido presidente de los Estados Unidos de América no nos caería tan simpático. O sí, ¿quién puede valorar lo que no sucedió? Es cierto que nos merecíamos la imagen de un presidente de EEUU mareado, armado de una trompeta doblada hacia arriba, con los mofletes hinchados, barbita de chivo. gafas de concha sin cristal y una carcajada perenne. Quizás nos creíamos dignos de un gobierno yanqui que supiera improvisar de verdad, al que le valiera con una armonía. Un gobierno en el que Max Roach empujara desde los tambores el departamento de defensa. No podría hacer otra cosa, porque las guerras quedarían abandonadas. Un gobierno en el que Louis Armstrong se encargara de la agricultura para que a nadie le faltara la marihuana. Un gobierno con Malcolm X como fiscal general del estado, quizás así la fiscalía le dejaría en paz un rato. Y ¿qué me dicen de la legendaria mala leche de Miles Davis al frente de la CIA? No, no se escamen. Era 1964 y Miles todavía no había entrado en contacto con la electricidad.

La política debería ser mucho más enrollada. ¡Vota Dizzy!

Si Dizzy Gillespie hubiera sido presidente de los Estados Unidos de América hubiéramos sido felices un día. Ese día en el que la risa se comió el poder omnimodo. Luego, al día siguiente, el poder se habría rehecho y, seguramente, devoraría a nuestro querido Dizzy, a la risa, la alegría, la vida y a todas esas cosas que el poder gusta de fagocitar sin que nos demos cuenta de que ya no siguen allí. Aún suspiramos por no vivir el día en el que la política iba a ser mucho más enrollada, pero aún respiramos por no ver al trompetista perder el swing y convertirse en un vulgar y mortal presidente.

John Birks –así ponía el pasaporte que se llamaba Dizzy– nunca tuvo opción de ganar las elecciones presidenciales de 1964, pero su parodia puso un grano en el culo a los que se oponían a los derechos civiles. Su programa era tan lógico y razonable que fue considerado un disparate: derechos civiles para todos, dejar la guerra de Vietnam, acceso universal a la sanidad y la educación, … Eso sí, nunca un candidato fue capaz de grabar un disco como Dizzy for president. Con Bird, con Monk y con los colegas había creado el be bop y eso solo lo podía hacer un negro. Los estadounidenses no querían un presidente negro, a ellos les gustaba el gris: Lyndon Goldwater o Barry Johnson. Eran intercambiables. De hecho les hemos cambiado el nombre sin que nadie se de cuenta.

En 1972, pensó en volver a presentarse. Al final no lo hizo, se había convertido a la fe Baha’i y eso era incompatible con ser presidente.

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