El vuelo de Ícaro

Ícaro fue un pionero de los accidentes aeronáuticos. Para huir volando del laberinto de Creta donde les había encerrado el rey Minos, su padre Dédalo construyó unas alas con plumas y cera. Ícaro retó a los dioses y a la ley de la gravedad, elevó su vuelo hacia el sol y éste, con su legendario mal genio, fundió la cera de sus alas. La caída fue morrocotuda y el hijo de Dédalo se convirtió en la primera víctima de un accidente aéreo y de la conducción temeraria.

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Un duelo por representación

El 17 de septiembre de 1868 estalló la Gloriosa, la revolución que hizo que Isabel II, la del Canal y la de los tristes destinos, agarrara un tren hacia París y dejara vacante el trono de España. El espadón Juan Prim preside el gobierno provisional y está muy mal visto que el presidente del gobierno resuelva sus cuestiones de honor a tiros, al amanecer y en la puerta del centementerio, pero siempre habrá alguien que responda por el honor del general: el empresario teatral Felipe Ducazcal.

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La revuelta de mujeres del barrio chino

Durante la I Guerra Mundial, a comienzos de 1918, la especulación ponía los productos básicos fuera del alcance de amplios sectores de la población de Barcelona. Un grupo de mujeres inició una huelga femenina que paralizó la ciudad durante varias semanas.

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Maurice Tillet, el luchador que inspiró a Shrek

El bueno de Maurice Tillet era un guapo aspirante a abogado. En su adolescencia, sin que tuviera relación, una mula le arreó una coz en la cara y cayó enfermo de acromegalia. Con la glándula del crecimiento descontrolada, Tillet se hizo tan feo que quedó inhabilitado para defender a nadie. Explotó su fealdad en el cine y ahuyentó niños en la puerta de los estudios. La fama le llegó con el campeonato del mundo de catch que ganó con el alias de «El ángel francés».

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El memorable fracaso de Ernest Shackleton. Capítulo 2

El explorador Ernest Shackleton comandó en 1914 la Expedición Imperial Transantártica, que pretendía ser la primera que atravesara por tierra los 2.900 kilómetros, la mayor parte inexplorados, que separaban el Mar de Weddell del Mar de Ross, pasando por el Polo Sur.

Aquel año no hubo verano polar. El hielo fue la última cárcel del Endurance.

En el capítulo anterior, conocimos los antecedentes de la expedición y de su responsable, el anglo irlandés Ernest Shackleton en 1914. Una de las más bellas y trepidantes aventuras de supervivencia que se recuerdan.

El Endurance partió de Inglaterra tres días después del comienzo de la I Guerra Mundial, el 1 de agosto de 1914. Tras hacer escala en Buenos Aires y en las Georgias del Sur, pretendieron acceder al continente helado por la Bahía de Vahsel. Cuando ya casi se divisaba el punto de partida de la travesía, el 16 de enero de 1915, el Endurance quedó atrapado en el hielo, y tripulantes y nave quedaron al garete esperando que el barco se liberara de su cárcel de hielo.

Cuando el Endurance quedó atrapado en el hielo,
Shackleton ordenó bajar las perreras al hielo

Pero el hielo no soltó al Endurance, antes lo destruyó el 21 de noviembre. Entonces, con solo tres botes salvavidas, sobre una placa de hielo a la deriva, los hombres de Shackleton abandonaron su misión de atravesar la Antártida y la cambiaron por la de salvar el pellejo. La cosa estaba muy fastidiada, pero Shackleton dijo que él se encargaría de que todos volvieran a casa sanos y salvos. ¿Lo conseguirá? Lo sabremos en el próximo capítulo.

La resistencia psicológica era más importante que la física. Los náufragos juegan un partido de fútbol en el hielo.

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El gran camelo de doña Baldomera

Una carta de Miguel de Unamuno a José Ortega y Gasset estigmatizó la inventiva de los españoles. «Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero en que estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó.»  Afortunadamente, España nunca fue país de hacer mucho caso a sus intelectuales, y después de todo, no resultó una mala idea.

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Hágame un autorretrato

Anne Coleman Ladd, la reconstructora de caras

Durante la I Guerra Mundial, la escultora norteamericana Anna Coleman Ladd hizo máscaras para que los soldados que habían perdido el rostro lo recuperaran.

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La escultora norteamericana Anne Coleman Ladd construyendo una obra de arte que sirva de cara a un «valiente sin rostro».

Frente a esa creencia mayoritaria, que tan profundo arraigo tiene en nuestra sociedad, no se autorretrata quien quiere, sino quien puede. Se pongan como se pongan, por injusto que resulte, solo puede reflejar su rostro en un lienzo el que tiene uno –rostro y lienzo, de los dos–. No importa si dura o si blanda, pero el autorretratado necesita una cara donde reflejar su alma. Un semblante que ha de proteger con esmero, pues cuando a uno le parten la jeta, le parten con ella el alma y, lo que es peor, le arruinan los futuros autorretratos.

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El hombre más libre del mundo

El Caballero de París, un hombre libre.

José María López lledín, el Caballero de París, fue el vagabundo más célebre de la historia de La Habana. Durante 50 años vivió en sus calles. Ahora una estatua recuerda su figura.

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Vídeo: ¿Fue Madrid capital de Armenia?

Las historias del Gabinete de Curiosidades del Doctor Plusvalías no son capaces de quedarse quietas. Esta de la milenaria tradición armenia que vivió Madrid en el siglo XIV, ha saltado al vídeo de animación. Los dibujos de Eulogia Merle cobran vida propia y sus personajes se expresan con el desparpajo propio de los habitantes de nuestro cuarto de las maravillas. Sigue leyendo «Vídeo: ¿Fue Madrid capital de Armenia?»

Hic sunt dracones

El mapa que mandó a Colón a América (Podcast)

Colón estudió a fondo el mapa de Martellus antes de acudir a Isabel la Católica en búsqueda de patrocinio para su viaje a las Indias. El marino genovés murió convencido de que había llegado a Japón y lo describió como el alemán Enrique Martelo en su mapamundi de 1491.

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En su retrato de la costa oriental asiática, el Globo de Hunt-Lenox se exculpa con un aviso a navegantes: «Hic sunt dragones» («Aquí hay dragones»). Que nadie pudiere, sin faltar a la verdad, culpar a esta pionera de las bolas del mundo de las desgracias que la soberbia de su curiosidad y la osadía de adentrarse en lo desconocido le ocasionare. No es único, ni extravagante, el caso de este globo terráqueo de la primera década del siglo XVI que protege en nuestros días la Biblioteca Pública de Nueva York. Algo que no sorprende, pues es el primero en su especie que acoge América en su seno.

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