Un cuarto de maravillas, una habitación sonora donde recogemos los objetos raros y fascinantes que vamos encontrando en nuestro transitar por la vida. Esos hechos extraños y sorprendentes que nos enseñan que la realidad no tiene por qué estar siempre tan segura de si misma, que hay otras formas de verla y de interpretarla. Una colección que nos hace pensar que, del mismo modo que las cosas funcionan así, todo podría funcionar de otra manera.
Colón estudió a fondo el mapa de Martellus antes de acudir a Isabel la Católica en búsqueda de patrocinio para su viaje a las Indias. El marino genovés murió convencido de que había llegado a Japón y lo describió como el alemán Enrique Martelo en su mapamundi de 1491.
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En su retrato de la costa oriental asiática, el Globo de Hunt-Lenox se exculpa con un aviso a navegantes: «Hic sunt dragones» («Aquí hay dragones»). Que nadie pudiere, sin faltar a la verdad, culpar a esta pionera de las bolas del mundo de las desgracias que la soberbia de su curiosidad y la osadía de adentrarse en lo desconocido le ocasionare. No es único, ni extravagante, el caso de este globo terráqueo de la primera década del siglo XVI que protege en nuestros días la Biblioteca Pública de Nueva York. Algo que no sorprende, pues es el primero en su especie que acoge América en su seno.