En el Gabinete de Curiosidades del Doctor Plusvalías —¡qué raro!—, sentíamos curiosidad por saber cómo suena la Ninguna Parte que construyó Jarry en Polonia. Teníamos necesidad de conocer cómo se escucha la grotesca sed de poder y la banalización del mal convertido en una farsa, cuando lo sacas del Telediario.
Escucha aquí un resumen de nuestra versión radiada de Ubú Rey o <a href=»https://www.ivoox.com/ubu-rey-audioteatro-muestra-audios-mp3_rf_46843166_1.html» title=»Ubú Rey. Audioteatro (Muestra)»>ve a descargar</a>
Alfred Jarry nace a las cinco de la mañana (el primero de Absoluto del año 1); crea la ‘Patafísica (que es la ciencia de las soluciones imaginarias para los problemas excepcionales); con un revólver (lamentablemente descargado) que a su muerte se quedó Picasso, apunta a la cabeza de los artistas con éxito y sin talento que se cruzan en su camino; le atiza con fruición y profesionalidad (hasta agotar una suculenta fortuna y las existencias de múltiples cafetines) a la absenta y al éter; paga a Jules Tronchon la bicicleta en que se movía (una magnífica Clemens de Luxe 9) con dinero que le prestó el vendedor (para evitar que devolviera la letra) y que él nunca restituyó; pide (a sus amigos) un mondadientes como último deseo; escribe una ópera (con su amigo Claude Terrasse) sobre Pantagruel, y enseña al mundo quién era su paisano (y anfitrión por la patilla) el Aduanero Rousseau. Si cada uno de estas acciones justifica nuestro amor infinito por él, ¿cómo podríamos no amarlo hasta que duela si, además de todo eso, nos contó las aventuras del Padre Ubú y se sacó de la manga el teatro moderno?
El Padre Ubú nace en el año 16 de la era ‘Patafísica, en el seno de las chanzas que los colegiales del Liceo de Rennes hacen de su ridículo profesor de física, el señor Félix-Frédéric Hébert, que representa para ellos «todo lo grotesco que habitaba este mundo». Reírse de P.H., de Père Heb, de Eb, de Ebé, de Ebon, de Ebance o de Ebouille, inventar historias fabulosas de aquel fruto del comercio carnal entre un gigante y una bruja, empezó como un juego colectivo y terminó, primero como Les Polonais y después como Ubu Roi, inventando el siglo xx y un montón de ismos en otro de los famosos escándalos teatrales parisinos.
El día de exaltación de Ubú Rey, el 10 de arena del año 23 (en vulgar el 10 de diciembre de 1896), Jarry pronunció un discurso, delante del todo París, en el Théâtre de L’Ouvre que acabó diciendo:
«En cuanto a la acción que va a comenzar, señalar que tiene lugar en Polonia, es decir, en Ninguna Parte.»
Se alzó el telón, el Padre Ubú gritó ¡mierdra! y allí se lió la de San Quintín. A nadie importó que hubiera habido muchos pases privados, ni que el texto, que también comenzaba con ¡mierdra!, llevara ya cinco meses publicado por el Mercure de France. ¿Qué hay mejor que un escándalo teatral en París? Sillas practicando el vuelo sin motor, insultos y bofetadas, modernos contra burgueses, malhablados contra apóstoles de la lengua de Moliére y la policía imponiendo la paz a garrotazos e impidiendo que se viera la llegada del Zar de todas las Rusias para reponer el orden en Ninguna Parte.
Para enterarse de qué iba, los combatientes tuvieron que leer la sinopsis que había escrito Jarry:
El señor Ubú es un ser innoble, y por ello se parece (por abajo) a todos nosotros. Asesina al rey de Polonia (si se trata de golpear al tirano, el asesinato parece justo al pueblo porque tiene apariencia de acto de justicia), después, siendo ya rey, masacra a los nobles, más tarde a los funcionarios y por último a los campesinos. Y de este modo, al matar a todo el mundo, tiene la seguridad de haber matado a algunos culpables, y se manifiesta como hombre moral y normal. Finalmente, como un anarquista, ejecuta sus sentencias él mismo, desmiembra a la gente porque le gusta y solicita a los soldados rusos que no disparen contra él porque no le gusta. Tiene algo de enfant terrible y nadie le contradice hasta que se enfrenta al zar, al que todos respetamos. El zar hace justicia, lo depone del trono del que tanto ha abusado, restablece a Bugrelao (¿merecía la pena?) y expulsa al señor Ubú de Polonia, con las tres partes de su poder resumidas en esta palabra: «Cornipanza» (por el poder de sus apetitos inferiores).
El Rey Ubú se mudó a las páginas de sucesos, como el Hernani de Víctor Hugo o La Consagración de la Primavera de Stravinsky, y tardó un par de años en volver a los escenarios convertido en marioneta. Expulsado de Polonia, se refugió en el cuerpo de su creador, que acabó actuando como él.
Puedes hacerte con una de las 193 copias de la edición limitada y numerada de Ubú Rey en la web de pepitas o enviando un correo electrónico a este gabinete. Cuesta 20 € e incluye dos cds, un código de descarga digital y una serigrafía desplegable (18 x 52 cm) de Eulogia Merle.